miércoles, 13 de julio de 2011

Un pico de emoción


Somos adictos a nuestras emociones. No descubro con esto ningún secreto, aunque no deja de ser sorprendente hasta qué punto necesitamos cada día un pico de emoción. Lo más revelador, aún así, es lo mucho que desconocemos estas adicciones, y sobre todo, a cuáles somos más adictos: el pico de emoción de la tranquilidad del cigarro, de sus cuatro minutos de duración, que nos da una pequeña tregua de tranquilidad para descansar del pensamiento perturbador; el pico de emoción de la niña de ocho años, que llora cada día a las seis y media de la tarde, no porque quiera despertar la atención de nadie, no porque se siente triste, sino simplemente porque desea su dosis de llanto diaria y lo que ello la hace sentir. El pico de emoción del ahora, de la adrenalina constante de vivir un presente fatuo, inerte, descorazonador, que nos aleje de afrontar una realidad profunda y perturbada. El pico de emoción de la galantería, el cortejo, la seducción vacía y superficial del sábado noche, con el vestido ajustado y las frases estúpidas. El pico de emoción tan satisfactorio del no hacer nada, del descansar de la acción; el pico de emoción del sexo, de segregar hormonas y sustancias desconocidas que necesitamos y a las que somos más adictos que a cualquier droga vacua. Porque eso es la droga superficial: la máscara de la adicción verdadera. De la emoción que ansiamos.

A mí, me fascina la emoción del cigarro. Durante esos instantes sé que nada va a ocurrir. Mil pensamientos combaten por nacer pero finalmente ninguno prevalece, porque lo que importa, en esos momentos, es el cigarro. La nicotina, el alquitrán, la sobredosis de dióxido de carbono con el impulso de cada calada, tan obsesivas... eso no tiene la menor importancia. La adicción está en la emoción del hecho de saber que, mientras el cigarro aguante, no se tomará ninguna decisión. Por eso se enciende otro. Y otro, y luego otro.

Somos adictos a nuestras emociones y quizá eso sea cobarde. No saber reconocerlas, no saber que todo lo que hacemos, y que creemos lógico y elegido por algún motivo, sólo es causado por un conjunto de hormonas que nos perturban. Al menos, tenemos la posibilidad de elegir a qué queremos ser adictos.

La adicción a la emoción de ver, oír y sentir la convulsión del otro. El lloro, el quiebro de una mujer cuando se libera y parece que sufre, como si diera a luz. Y en realidad da a luz, pero no precisamente a una criatura. La emoción de sentirse conmovido ante quien te despierta ternura. Y de nuevo, la emoción del cigarro, para descansar de nuevo un poco de todo esto.

Somos adictos a nuestras emociones, y eso no es malo. Lo pernicioso está en no saber a cuáles somos adictos y ni siquiera en qué medida. No saber que a veces se es feliz, falsamente feliz, porque se está huyendo. Y se huye inyectándose un pico de emoción que sólo dura unos instantes.

En realidad, si digo todo esto, es sólo para expresar algo sabido: por qué, a veces, el sexo no es suficiente.

Ahora voy a fumar un cigarro. Así, de paso, me emociono un poco.


DICEN QUE FUMAR MATA...

Dicen que fumar mata
pero de amor también se muere.
Y se renace, con un nuevo cigarro;
llama incandescente que yo siempre aspiro.

Y yo voy amando, mientras me muero,
indefinidamente.

El cigarro se hace colilla
y prendemos uno nuevo.
Y yo voy fumando
siempre del mismo cigarro que ansío.

Fumar, fumar:
matar el cigarro.
Encender uno nuevo.
Siempre es el mismo.

Amo a mi cigarro permanente.
Por eso fumo tanto.
Así, al menos,
siempre permanece encendido.

Lisboa, 16-08-2010

(Rubén Camacho Zumaquero, del poemario "Sobre el intervalo", inconcluso)




2 comentarios:

  1. Que digo yo que hola! Que vengo de leerte no sé dónde y sabía yo que iba a encontrar aquí molla o moya o eso que lleva dentro del pan.
    Dices:
    "No saber que a veces se es feliz, falsamente feliz, porque se está huyendo. Y se huye inyectándose un pico de emoción que sólo dura unos instantes"
    Peroooo pero! Estoy deacuerdo contigo en las adicciones a las emociones. No a todas las que relatas, pero sí en la base. Ser consciente de ellas es liberador, se consciente de la adicción más aun. Pero pueden trascenderse conscientemente. Eso creo. Y oye, mola.
    Perooo pero! en el párrafo que cito, das a entender pues que la felicidad no es posible, que cuando las emociones que la producen desaparecen, aquella desaparece con éstas.
    (aquí viene la parte donde reflexiono en voz alta haciéndome preguntas seguidas para llegar a ningún sitio)
    Y entonces, sólo sintiendo algo podemos alcanzar la felicidad? No es posible un estado de calma feliz? sin ellas, sin sentir, sin ser presa de eso que son hormonas o no sé qué cuentas?...
    Vale, hola otra veez!

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  2. Hola Nebroa.

    Perdona, no te había leído hasta ahora.

    Tus interpretaciones son tuyas, y creo que has ido más lejos de lo que yo he dicho. En ningún momento he querido entrar en qué es la felicidad o cómo se consigue. Al decir "falsamente feliz", me refería a la felicidad vacua y sobre todo caduca que experimentamos con una dosis de contenido emocional (un cigarro, una huida, una risa esporádica, un orgasmo). Es la misma felicidad que experimenta el drogadicto al recibir su dosis, y termina por ser caduca. Es como un carmín social. Nos vale para un momento, es una evasión, pero no una realidad. Por eso hice la comparación y hablé de la adicción a las emociones. Cada uno tenemos nuestras propias adicciones. Si tú no estás de acuerdo en algunas, quizá es porque no sean las tuyas y no las experimentas como tal. Hablar de la felicidad como un estado permanente o calmado, es algo que no he pretendido en ningún momento.

    Estoy de acuerdo contigo en que ser consciente de ellas es liberador. Es más, cuando uno vive esa adicción de manera consciente, es cuando puede controlarla, y por lo tanto, disfrutarla. Como ocurre con el cigarro.

    Un abrazo.

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