miércoles, 25 de enero de 2012

Cuando la terapia funciona

La terapia funciona y consigue sus objetivos (el gran cambio del individuo, que no sanación) cuando se desafía a sí misma. Existen multitud de terapias, ya no sólo dentro de la psicología moderna, sino también como terapias alternativas o incluso esotéricas. Muchas de ellas, dirigidas por personas no formadas que incurren en fraude. Pero ninguna funciona si está condicionada por convenciones culturales, por manuales de diagnóstico o por una idea teórica inicial que mancilla todo el proceso.

Milton H. Erickson (Nevada, EEUU, 1901) fue uno de los terapeutas más geniales de nuestro tiempo. Siempre conseguía el objetivo. Era un gran sanador que no podía sanarse a sí mismo, y ni siquiera sabía cómo lo hacía. Sus métodos fueron estudiados por Bandler y Grinder (fundadores de la PNL; programación neuro lingüística), ya que sabían que en Erickson había algo especial que conseguía hacer funcionar sus terapias. Erickson desconocía cómo lo hacía. Su principal éxito estaba en la ausencia de rigidez de sus procesos mentales, y en su comprensión profunda del problema real del otro. También, en sus desafíos.

Erickson solía tratar con maestría la enuresis en niños (orinarse en la cama). Quizá no sea un problema muy profundo, pero conlleva mucho cansancio a la hora de cambiar las sábanas. Erickson volvió a encontrar la genialidad cuando tuvo que tratar el caso de una pareja que padecía un problema secreto.

Era una pareja de recién casados, cercanos a la treintena. Ella padecía un problema de enuresis adulta (aún se orinaba en la cama). Se lo ocultó a su recién marido. Él, curiosamente, padecía también un problema de enuresis adulta. También se lo ocultó a su recién esposa (quien se acuesta con niños, meado se levanta). Cuando comenzaron a dormir juntos, cada mañana descubrían la cama mojada, pero como cada uno padecía el mismo problema se sentían incapaces de confesarse la verdad, dado el sentimiento de culpa. Un día, decidieron hablarlo, y no supieron a quién culpar. Ambos se confesaron culpables. Ambos aún se meaban en la cama.

La terapia propuesta por Erickson (que me imagino, ideó después de descojonarse en silencio durante un buen rato) fue totalmente contraria a la que se puede encontrar en cualquier manual. Él sabía qué ocurría y supo cuál era la mejor manera de enfrentarlo, por muy poco ortodoxo que fuera el método.

La terapia consistía en seguir una serie de patrones de comportamiento muy concretos:

  • La primera noche, antes de quedarse dormidos, tanto él como ella tenían que beber mucha agua y orinarse juntos en la cama, bien despiertos, siendo muy conscientes de la humedad. Luego, tenían que obligarse a dormir juntos con toda la cama meada.
  • A la mañana siguiente, cambiarían las sábanas y no hablarían del problema. Esa noche podían dormir sin la necesidad de orinarse juntos estando despiertos.
  • Si a la mañana siguiente se habían vuelto a orinar estando dormidos, tendrían que repetir el proceso de orinarse juntos y despiertos durante 7 días seguidos. Si pasados esos 7 días, y tras dormir de nuevo sin orinarse antes, volvían a despertar con las sábanas húmedas, tendría que volver a orinarse estando despiertos durante 14 días, y así sucesivamente.

Una semana después la pareja regresó a la consulta. Llevaban casi 30 años de sus vidas orinándose en la cama cada noche. Era la primera vez en la vida de ambos que pasaban 7 días sin orinarse en la cama. Nunca más volvieron a orinarse.

La terapia funciona cuando supone un desafío tan radical que ocasiona un cambio profundo. Conseguir eso es imposible si nos dejamos guiar por manuales o por una moral cultural impuesta. No se trata de cuidar, sino de perturbar. De agitar lo que creemos. De destruir nuestra visión del mundo para ver con ojos sanos y abiertos. De muchas veces, dar lo contrario a lo que se pide, para que descubramos que nuestro trauma en realidad es una necesidad falsa. Una necesidad que nos hemos creado nosotros mismos.

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