miércoles, 3 de noviembre de 2010

Miguel de Molina Frías descansa en Buenos Aires

     Miguel de Molina Frías no sólo fue un pionero y posterior estandarte de la copla española, sino que su vida es también un reflejo simbólico de la ciudad de Málaga, tanto en sus virtudes como en sus miserias. Málaga se ve retratada en la figura del artista, en sus cualidades innatas, posterior abandono (exilio obligado de incontables artistas malagueños) y final olvido. Málaga nace, olvida, y finalmente desea recuperar. Así lo muestra actualmente la Diputación, que desea traer de regreso los restos del cantante para construir un panteón en su honor. Surge entonces la inevitable pregunta de hasta qué medida nos importa su voluntad.

    Miguel de Molina abandonó España en 1942 por Buenos Aires, ciudad donde cosechó sus mayores éxitos y donde repitió hasta la saciedad, deseaba morir y descansar. La razón de su exilio en España tuvo como protagonista dos características históricas: homosexual y republicano. Sin embargo, Miguel, con una gravedad mayor que sus simpatías políticas o tendencias sexuales, era un artista, que actuaba para cualquier público sin importarle condición ni bando. Hombres o mujeres, grises o rojos. Finalmente, encontró en Argentina un lugar propicio para vivir y continuar su carrera ante la opresión de la dictadura. Actualmente sus restos descansan en Buenos Aires, en el cementerio porteño de la Chacarita.

    Hoy día, y en contra de su voluntad, la Diputación de Málaga desea repatriar sus restos. Su hermana Asunción Frías, residente en Argentina, se niega, respetando así la voluntad de su hermano. Para conseguir sus propósitos, la Diputación ha comunicado a los familiares del artista residentes en Málaga que los restos de Miguel terminarán en un foso común si no aprueban su regreso. Es comprensible que su primera sobrina, una casi octogenaria a la que Miguel protegió en Valencia durante la guerra civil, se asuste ante tal noticia.

    Mientras multitud de personajes malagueños cuyo nombre no es preciso mencionar, se lucraban con la obra de Miguel, se realizaban programas de televisión y se publicaban libros y rodaban películas, su sobrina vivía sola y sentía cómo la voluntad del artista era menospreciada. Porque así es Málaga: un cúmulo de virtudes que se menosprecian y de defectos que afloran, como una joven preciosa que insiste en maquillarse como una demente, o como un hombre que, preso de sus miedos, no se permite ser querido. En el trato a Miguel de Molina se retratan esos precisos lastres.

    Miguel de Molina no terminará en ningún foso común. Y si eso ocurriera, seguiría respetándose su voluntad de descansar en Buenos Aires. Si Málaga desea ser capital de la cultura, no es necesario esperar hasta el año 2016. Podemos conseguirlo ahora. Sólo es necesario fomentar el arte y la cultura, para que los artistas vivos no se vean obligados a huir; sustituir el cemento por lo verde, que tanto necesitamos y tan poco abunda; eliminar la basura abundante de nuestras calles (Málaga se ve retratada en sus suelos) y las motocicletas de los parques; educar a los miles de jóvenes malagueños, que cada vez más, se muestran casi analfabetos. Y sobre todo, respetar la voluntad de nuestros artistas fallecidos.

    Miguel de Molina Frías nació en Málaga y se llevó su arte donde más le apreciaron. La cultura, ante todo, debe comenzar por el respeto.









    Rubén Camacho Zumaquero
    (nieto de Concepción Lozano Frías,
sobrina de Miguel de Molina Frías)

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